lunes, 11 de abril de 2011

                          :Fragmentos hilados:

Salí después de un encierro casi perpetuo. Al principio el sol cegó mi vista, quemó mi piel en pocos segundos. El viento cálido de marzo chocaba contra mi rostro dando una sensación de alivio, de paz, de libertad.
Las cadenas que me mantenían atado se rompieron. Cayeron sobre mis pies hechas trizas. Sentí cómo la libertad me ahogaba, era una sensación agradable. Al sentirme libre te busqué sin encontrarte. Busqué tu rostro, tu silueta entre las calles inundadas de caras irreconocibles.
No te encontré. Deambulé horas incontables buscándote. Pesquisas fallidas.
Fue en una vida digital donde te encontré. Una vida paralela a la real, donde no había nombres, apellidos o texturas reales. Allí estabas.
Líneas interminables de unos y ceros ligaron la irrealidad a un escenario palpable. Me ligaron a ti, me sentí extraño ―no lo niego―. Al principio hubo pena, desconfianza, miedo. Aquel día una sensación de café y chocolate navegaba por mi boca. Después empezó la historia que no ha terminado y que espero sea prolífica. Espero que no se detenga ante los minutos y horas que Cronos arroja al viento.
Y así comenzó todo. Nuestra historia empezó con un café, sentados durante horas frente a las luces de la ciudad. Imaginando un mundo mejor, una vida tan real como la que soñé durante el encierro. Mientras estuve preso de la soledad.

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