lunes, 20 de septiembre de 2010
jueves, 2 de septiembre de 2010
Cine en casa
Una hora no perdida, hablamos, hablamos, hablamos…
― ¿Qué te gusta hacer?
―Pues, no sé…
― Cómo qué no sabes
― No, no sé
Se durmió en mis piernas mientras Roy Orbinson cantaba en la película. Giró su cuerpo, manoteó, estiró una pierna, babeó mi pantalón. Pero nunca despertó. Despertó a la hora de los créditos.
― Me quedé dormida
― ajá― murmuré aflojerado
― ¿Me llevas a mi casa?
El sol rojizo del atardecer nos invitaba al sexo, la luna amarilla quería que hiciéramos el amor.
― Mejor te quedas a dormir conmigo¬― le propuse―
― Yo ya dormí, si me quedo no vamos a dormir
― si te quedas…
― Vamos a bañarnos, te quiero tallar la espalda― dijo mientras se rascaba la nariz―
Nos bañamos, nos besamos y acariciamos. El sol y la luna estuvieron felices aquella noche por que los deseos de los dos se cumplieron. Amaneció, atardeció y seguíamos despiertos incitando a que nos desearan cosas ‘buenas’.
― ¿Qué te gusta hacer?
―Pues, no sé…
― Cómo qué no sabes
― No, no sé
Se durmió en mis piernas mientras Roy Orbinson cantaba en la película. Giró su cuerpo, manoteó, estiró una pierna, babeó mi pantalón. Pero nunca despertó. Despertó a la hora de los créditos.
― Me quedé dormida
― ajá― murmuré aflojerado
― ¿Me llevas a mi casa?
El sol rojizo del atardecer nos invitaba al sexo, la luna amarilla quería que hiciéramos el amor.
― Mejor te quedas a dormir conmigo¬― le propuse―
― Yo ya dormí, si me quedo no vamos a dormir
― si te quedas…
― Vamos a bañarnos, te quiero tallar la espalda― dijo mientras se rascaba la nariz―
Nos bañamos, nos besamos y acariciamos. El sol y la luna estuvieron felices aquella noche por que los deseos de los dos se cumplieron. Amaneció, atardeció y seguíamos despiertos incitando a que nos desearan cosas ‘buenas’.
miércoles, 1 de septiembre de 2010
Gracias
En mi casa nadie me habla. En mi casa todos comen de mi trabajo.
—Estoy harta—le grité a mi mamá…
—Tú estás harta— estás pendeja—contestó
—No mamá, estoy hasta la madre de ser la burla de la vecindad
—y yo, ¿a mí quién me entiende?
—Tú no estás aquí para ser entendida
Desperté gritando, el pecho agitado, las sábanas mojadas de sudor, aún el aire olía a sudor, a humo de cigarro y a fluidos corporales, sí… él se fue sin despedirse. Dejó quinientos pesos sobre el buró, una cajetilla vacía de Camel y la llave abierta del lavabo.
—Estoy harta—le grité a mi mamá…
—Tú estás harta— estás pendeja—contestó
—No mamá, estoy hasta la madre de ser la burla de la vecindad
—y yo, ¿a mí quién me entiende?
—Tú no estás aquí para ser entendida
Desperté gritando, el pecho agitado, las sábanas mojadas de sudor, aún el aire olía a sudor, a humo de cigarro y a fluidos corporales, sí… él se fue sin despedirse. Dejó quinientos pesos sobre el buró, una cajetilla vacía de Camel y la llave abierta del lavabo.
—Mamá aquí está lo de la semana
—Gracias
— ¿Sólo gracias?
—Sí
—Lo malo de ser puta¬—pensé—y me fui a dormir.
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